sábado, 16 de mayo de 2009
jueves, 6 de diciembre de 2007
miércoles, 5 de diciembre de 2007
Grupos antimilitaristas se reúnen en la sede del MOC Los objetores fiscales evitan que el Estado desvíe sus impuestos para gastos militares pablo ferrero/el puerto El pasado sábado, representantes de varios grupos antimilitaristas andaluces se reunieron en el local del grupo pacifista MOC- Elaia, impulsor de unas jornadas sobre la vigencia que sigue teniendo en nuestra sociedad la cultura de la no violencia, “herramienta básica y necesaria con la que solucionar conflictos”, señalan. Si más de 12.000 insumisos se colaron en los telediarios durante varios años, el trabajo del colectivo pacifista ha sido tapado y ninguneado desde que se profesionalizara el ejército. Pero lo cierto es que tras la eliminación del servicio militar obligatorio, los grupos antimilitaristas han seguido trabajando en sus ciudades, denunciando el gasto militar, haciendo objeción fiscal, defendiendo a los desertores y difundiendo a través de charlas su discurso, contrario a la dominación por medio de las armas. El sábado, en el local del MOC-Elaia, grupo pacifista con solera y trayectoria en la ciudad que comparte espacio con la ludoteca de Crevillet, se reunieron miembros del colectivo Buenaespina de Jerez, del grupo Noviolencia Activa-Grupo Gandhi de Rota, de Ahimsa, importante centro de documentación y educación para la paz de Vélez Málaga y de la Casa de la paz MOC (Movimiento de Objeción de Conciencia) de Sevilla. Tras un primer reencuentro entre viejos conocidos y un saludo entre los nuevos, los miembros de los distinos grupos entablaron un debate acerca de la no violencia como herramienta de transformación social necesaria en nuestros días. “Nos reunimos para reflexionar sobre la no violencia, sobre un modo distinto de vida y de acción política”, señala Juan José, profesor, militante del MOC-Elaia y responsable del Cedopaz, el centro de documentación para la paz que tiene este colectivo en su local, situado curiosamente a la espalda de las instalaciones de la Policía Local. Tras un debate que se prolongó por casi tres horas y en el que los distintos representantes transmitieron al grupo las aportaciones de sus compañeros y las suyas propias, los participantes en las jornadas se dirigieron a la fuente de la plaza de la Noria, junto a la avenida del Ejército, donde leyeron un manifiesto. La segunda parte de las jornadas consistió en un repaso al conjunto de grupos pacifistas, antimilitaristas y no violentos estatales e internacionales. “Hoy tenemos la posibilidad de plantearnos impulsar un punto de referencia del movimiento en Andaluciá”, reflexiona Agustín, participante proveniente de Cádiz. abolir el derecho a matar Las jornadas finalizaron con un taller conjunto con propuestas hechas desde la no violencia. “Quisiéramos, simplemente, huyendo de fundamentalismos políticos y de dogmatismos religiosos, subrayar lo que significa de hecho la renuncia generalizada del derecho a matar”, recuerda Jaime, miembro del MOC-Elaia. “Renunciar al derecho a matar, no sólo de forma individual y por convencimiento religioso, ético o moral, sino en el orden de lo social y lo político. Esto significa por tanto propugnar una profunda revolución de las estructuras”, asegura. Y continúa diciendo su compañero Rafael “aunque sea doloroso, tenemos que admitir el hecho de que existe, ciertamente, un derecho humano a matar. No se trata de negarlo ni de abolirlo de inmediato. Se trata de renunciar a tal derecho: yo, tú, nosotros, en círculos cada vez más amplios, hasta que sociedades enteras demuestren que lo que parecía una utopía puede hacerse realidad”, señala. Por todo ello, los participantes en las jornadas suscribieron un comunicado en el que apoyan a los objetores, desertores e insumisos a los ejércitos. Igualmente, suscriben la objeción fiscal, es decir, la negativa a pagar la parte proporcional de nuestros impuestos que según los presupuestos del Estado se destina a gastos militares.
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JORNADAS NOVIOLENCIA 1 DICIEMBRE 2007
RENUNCIEMOS AL DERECHO A MATAR
Hoy, Sábado 1 de Diciembre, un grupo de hombres y mujeres nos reunimos para reflexionar sobre la Noviolencia, sobre un modo distinto de vida y de acción política. Pertenecemos a diferentes colectivos de la provincia de Cádiz y del resto de Andalucía. Y nos preguntamos, al igual que Gonzalo Arias:
¿Derecho a matar? Quizá su formulación en estos términos no es usual entre juristas o moralistas. Pero el concepto, con esas u otras palabras, está profundamente arraigado en la conciencia colectiva de la humanidad desde los albores de la historia, y aun de la prehistoria, hasta nuestros días. Desde una perspectiva más ética que jurídica, incluso podríamos decir que para muchos pensadores de ayer y de hoy se trata de algo más que un derecho: en ciertos casos matar a un ser humano sería un acto moralmente lícito, una virtud, y hasta un deber. Añadamos que tales pensadores no viven en un mundo de elucubraciones ajenos a la realidad. Muy al contrario, la gran mayoría de hombres y mujeres de todas las épocas han asumido instintivamente, sin necesidad de reflexión, esas posiciones.
No vamos a repasar la historia de los intentos, de poner coto a ese derecho a matar. Quisiéramos simplemente, huyendo de fundamentalismos políticos y de dogmatismos religiosos, subrayar lo que significaría de hecho la renuncia generalizada del derecho a matar.
Renunciar al derecho a matar significa tomar totalmente en serio el valor absoluto del ser humano y la dignidad de toda persona, principio recogido no solo por diversas creencias religiosas y espirituales, sino también por individuos y grupos ateos y agnósticos. Bajo este principio se podría encuadrar el mandamiento evangélico de amar al enemigo, aunque ello ponga en peligro la propia vida.
Pero renunciar al derecho a matar, no solo de forma individual y por convencimiento religioso, ético o moral, sino en el orden de lo social y lo político, significa también propugnar una profunda revolución de las estructuras.
Significa ante todo creer que la sociedad puede defenderse de hipotéticos agresores y subsistir sin necesidad de ejércitos que utilicen armas mortíferas.
Significa denunciar la industria armamentista y el comercio de armas, tanto como despilfarro de recursos como en cuanto productores de guerras que siembran muerte, destrucción y miseria en países lejanos para beneficio de algunos capitalistas de los países desarrollados.
Significa reconocer la parte de responsabilidad que corresponde a cada uno de nosotros, por nuestra contribución, consciente o simplemente pasiva, a los presupuestos bélicos de nuestros países.
Significa investigar nuevas formas de defensa popular noviolenta, asumir la parte de responsabilidad que nos toca cuando estalla un conflicto armado, y tratar de influir desde nuestra perspectiva noviolenta a su resolución tomando como punto de partida el trabajo conjunto con las partes implicadas.
Quisiéramos, pues, hacer un llamamiento a las conciencias para que todos contribuyan al alumbramiento de una sociedad que renuncie explícitamente a su derecho a matar. No se trata de propugnar definiciones dogmáticas ni de pronunciar anatemas contra quienes piensen de otro modo. Aunque sea doloroso, tenemos que admitir el hecho de que existe, ciertamente, un derecho humano a matar. No se trata de negarlo ni de abolirlo de inmediato. Se trata de renunciar a tal derecho: yo, tú, nosotros, en círculos cada vez más amplios hasta que sociedades enteras demuestren que lo que parecía una utopía puede hacerse realidad.
En la práctica y de manera más inmediata, creemos que esa renuncia debería traducirse en actos concretos, tales como los siguientes:
· Apoyo explícito y decidido a la objeción de conciencia al servicio militar, en aquellos países en que tal servicio se imponga obligatoriamente a los ciudadanos, o en su caso apoyo a los desertores de los Ejércitos profesionales.
· Una renuncia de todas las confesiones religiosas como instituciones a participar en las estructuras y actos militares (capellanes castrenses, juras de la bandera, desfiles, ceremonias militares);
· Apoyo igualmente explícito y decidido a la llamada “objeción fiscal”, es decir, la negativa a pagar la parte proporcional de nuestros impuestos que según los presupuestos del Estado se destina a gastos militares;
· Objeción de conciencia a las inversiones, por rentables que sean, en industrias armamentistas o en empresas relacionadas con ellas, y apoyo a quienes tratan de organizar fondos éticos de inversión con las debidas garantías;
· Denuncia pública constante, en medios de comunicación, en contactos con políticos, y también en el seno de las iglesias de cómo se justifica, en aras del empleo y el desarrollo, el mantenimiento de una industria armamentista y la exportación de armas para que sean utilizadas en guerras lejanas;
· Presión de los afiliados y afiliadas a partidos políticos para que en los programas de éstos se dé cabida de alguna manera a la renuncia al derecho a matar;
· Apoyo a las personas y grupos que, en la doctrina y en la práctica, tratan de abrir paso a formas de defensa popular noviolenta, desarrollando los principios de defensa e intervención sin armas mortíferas en situaciones de conflicto.
· Poner en cuestión los métodos jerárquicos, competitivos y excluyentes que se emplean a veces en los centros educativos y que todos (instituciones educativas, padres y profesores) fomentamos tanto de manera consciente como inconsciente.
Hoy 1 de diciembre es el Día Internacional de los Presos por la Paz, y queremos desde aquí recordar y apoyar a todas las personas que sufren la represión por su compromiso por la Paz, como aquellas que se encuentran en conflictos armados o guerras abiertas. Podríamos acordarnos de muchos nombres, como el de la joven estadounidense Rachel Corrie, que murió aplastada por una excavadora israelí en los territorios ocupados en Palestina; como el de la periodista Rusa Ana Polittoskaya, asesinada por su compromiso con la denuncia del la guerra de Chechenia; como tantos que se ven perseguidos y encarcelados por su negativa a colaborar con los ejércitos, como los objetores de conciencia de Colombia o de Turquía, los desertores de los Estados Unidos de Norteamérica o del Reino Unido; en fin, acordarnos de todos aquellos que siguen siendo perseguidos por su compromiso con la paz, la verdad o la justicia.
Y hacemos todo esto en una provincia de Cádiz donde tenemos que soportar la presencia de bases militares de los Estados Unidos de Norteamérica y de la OTAN, donde el 50% de la inversión de los Presupuestos Generales de la provincia se destinan a lo militar, véase Astilleros y EADS-CASA; donde a muchos jóvenes en paro no les queda otra salida que el ejército profesional; donde en las escuelas se habla de espacios de Paz y cultura de la Paz y la Noviolencia, mientras al mismo tiempo no se cuestiona el papel de una estructura militar como la OTAN, el papel de las bases, el aumento del gasto militar , el negocio del comercio de armas o el papel mismo que desempeñan los ejércitos.
Decimos noviolencia y al mismo tiempo desobediencia civil: la una nos lleva a la otra. Decimos noviolencia cuando denunciamos la violencia estructural, las diversas formas de la injusticia en el planeta, como la violencia implícita en un modelo económico basado en el consumismo feroz, que se está imponiendo en todo el mundo. Decimos noviolencia y denunciamos las estructuras de poder, falsamente democráticas. Decimos noviolencia y queremos sacar a relucir los conflictos latentes en nuestras sociedades y apostar por una resolución noviolenta de los mismos. Decimos noviolencia y estamos diciendo apoyo mutuo, apoyo entre las personas, apoyo entre grupos, apoyo para salir del silencio y del aislamiento, del exilio interior al que nos quieren llevar.
Suscriben el manifiesto:
GRUPO PACIFISTA ELAIA-ALTERNATIVA ANTIMILITARISTA.MOC El Puerto de Santa María
COLECTIVO BUENAESPINA Jerez de la Frontera
COLECTIVO NOVIOLENCIA ACTIVA-GRUPO GANDHI Rota
AHIMSA, CENTRO DE DOCUMENTACIÓN Y EDUCACIÓN PARA LA PAZ Vélez-Málaga
MOC-SEVILLA, CASA DE LA PAZ Sevilla
Hoy, Sábado 1 de Diciembre, un grupo de hombres y mujeres nos reunimos para reflexionar sobre la Noviolencia, sobre un modo distinto de vida y de acción política. Pertenecemos a diferentes colectivos de la provincia de Cádiz y del resto de Andalucía. Y nos preguntamos, al igual que Gonzalo Arias:
¿Derecho a matar? Quizá su formulación en estos términos no es usual entre juristas o moralistas. Pero el concepto, con esas u otras palabras, está profundamente arraigado en la conciencia colectiva de la humanidad desde los albores de la historia, y aun de la prehistoria, hasta nuestros días. Desde una perspectiva más ética que jurídica, incluso podríamos decir que para muchos pensadores de ayer y de hoy se trata de algo más que un derecho: en ciertos casos matar a un ser humano sería un acto moralmente lícito, una virtud, y hasta un deber. Añadamos que tales pensadores no viven en un mundo de elucubraciones ajenos a la realidad. Muy al contrario, la gran mayoría de hombres y mujeres de todas las épocas han asumido instintivamente, sin necesidad de reflexión, esas posiciones.
No vamos a repasar la historia de los intentos, de poner coto a ese derecho a matar. Quisiéramos simplemente, huyendo de fundamentalismos políticos y de dogmatismos religiosos, subrayar lo que significaría de hecho la renuncia generalizada del derecho a matar.
Renunciar al derecho a matar significa tomar totalmente en serio el valor absoluto del ser humano y la dignidad de toda persona, principio recogido no solo por diversas creencias religiosas y espirituales, sino también por individuos y grupos ateos y agnósticos. Bajo este principio se podría encuadrar el mandamiento evangélico de amar al enemigo, aunque ello ponga en peligro la propia vida.
Pero renunciar al derecho a matar, no solo de forma individual y por convencimiento religioso, ético o moral, sino en el orden de lo social y lo político, significa también propugnar una profunda revolución de las estructuras.
Significa ante todo creer que la sociedad puede defenderse de hipotéticos agresores y subsistir sin necesidad de ejércitos que utilicen armas mortíferas.
Significa denunciar la industria armamentista y el comercio de armas, tanto como despilfarro de recursos como en cuanto productores de guerras que siembran muerte, destrucción y miseria en países lejanos para beneficio de algunos capitalistas de los países desarrollados.
Significa reconocer la parte de responsabilidad que corresponde a cada uno de nosotros, por nuestra contribución, consciente o simplemente pasiva, a los presupuestos bélicos de nuestros países.
Significa investigar nuevas formas de defensa popular noviolenta, asumir la parte de responsabilidad que nos toca cuando estalla un conflicto armado, y tratar de influir desde nuestra perspectiva noviolenta a su resolución tomando como punto de partida el trabajo conjunto con las partes implicadas.
Quisiéramos, pues, hacer un llamamiento a las conciencias para que todos contribuyan al alumbramiento de una sociedad que renuncie explícitamente a su derecho a matar. No se trata de propugnar definiciones dogmáticas ni de pronunciar anatemas contra quienes piensen de otro modo. Aunque sea doloroso, tenemos que admitir el hecho de que existe, ciertamente, un derecho humano a matar. No se trata de negarlo ni de abolirlo de inmediato. Se trata de renunciar a tal derecho: yo, tú, nosotros, en círculos cada vez más amplios hasta que sociedades enteras demuestren que lo que parecía una utopía puede hacerse realidad.
En la práctica y de manera más inmediata, creemos que esa renuncia debería traducirse en actos concretos, tales como los siguientes:
· Apoyo explícito y decidido a la objeción de conciencia al servicio militar, en aquellos países en que tal servicio se imponga obligatoriamente a los ciudadanos, o en su caso apoyo a los desertores de los Ejércitos profesionales.
· Una renuncia de todas las confesiones religiosas como instituciones a participar en las estructuras y actos militares (capellanes castrenses, juras de la bandera, desfiles, ceremonias militares);
· Apoyo igualmente explícito y decidido a la llamada “objeción fiscal”, es decir, la negativa a pagar la parte proporcional de nuestros impuestos que según los presupuestos del Estado se destina a gastos militares;
· Objeción de conciencia a las inversiones, por rentables que sean, en industrias armamentistas o en empresas relacionadas con ellas, y apoyo a quienes tratan de organizar fondos éticos de inversión con las debidas garantías;
· Denuncia pública constante, en medios de comunicación, en contactos con políticos, y también en el seno de las iglesias de cómo se justifica, en aras del empleo y el desarrollo, el mantenimiento de una industria armamentista y la exportación de armas para que sean utilizadas en guerras lejanas;
· Presión de los afiliados y afiliadas a partidos políticos para que en los programas de éstos se dé cabida de alguna manera a la renuncia al derecho a matar;
· Apoyo a las personas y grupos que, en la doctrina y en la práctica, tratan de abrir paso a formas de defensa popular noviolenta, desarrollando los principios de defensa e intervención sin armas mortíferas en situaciones de conflicto.
· Poner en cuestión los métodos jerárquicos, competitivos y excluyentes que se emplean a veces en los centros educativos y que todos (instituciones educativas, padres y profesores) fomentamos tanto de manera consciente como inconsciente.
Hoy 1 de diciembre es el Día Internacional de los Presos por la Paz, y queremos desde aquí recordar y apoyar a todas las personas que sufren la represión por su compromiso por la Paz, como aquellas que se encuentran en conflictos armados o guerras abiertas. Podríamos acordarnos de muchos nombres, como el de la joven estadounidense Rachel Corrie, que murió aplastada por una excavadora israelí en los territorios ocupados en Palestina; como el de la periodista Rusa Ana Polittoskaya, asesinada por su compromiso con la denuncia del la guerra de Chechenia; como tantos que se ven perseguidos y encarcelados por su negativa a colaborar con los ejércitos, como los objetores de conciencia de Colombia o de Turquía, los desertores de los Estados Unidos de Norteamérica o del Reino Unido; en fin, acordarnos de todos aquellos que siguen siendo perseguidos por su compromiso con la paz, la verdad o la justicia.
Y hacemos todo esto en una provincia de Cádiz donde tenemos que soportar la presencia de bases militares de los Estados Unidos de Norteamérica y de la OTAN, donde el 50% de la inversión de los Presupuestos Generales de la provincia se destinan a lo militar, véase Astilleros y EADS-CASA; donde a muchos jóvenes en paro no les queda otra salida que el ejército profesional; donde en las escuelas se habla de espacios de Paz y cultura de la Paz y la Noviolencia, mientras al mismo tiempo no se cuestiona el papel de una estructura militar como la OTAN, el papel de las bases, el aumento del gasto militar , el negocio del comercio de armas o el papel mismo que desempeñan los ejércitos.
Decimos noviolencia y al mismo tiempo desobediencia civil: la una nos lleva a la otra. Decimos noviolencia cuando denunciamos la violencia estructural, las diversas formas de la injusticia en el planeta, como la violencia implícita en un modelo económico basado en el consumismo feroz, que se está imponiendo en todo el mundo. Decimos noviolencia y denunciamos las estructuras de poder, falsamente democráticas. Decimos noviolencia y queremos sacar a relucir los conflictos latentes en nuestras sociedades y apostar por una resolución noviolenta de los mismos. Decimos noviolencia y estamos diciendo apoyo mutuo, apoyo entre las personas, apoyo entre grupos, apoyo para salir del silencio y del aislamiento, del exilio interior al que nos quieren llevar.
Suscriben el manifiesto:
GRUPO PACIFISTA ELAIA-ALTERNATIVA ANTIMILITARISTA.MOC El Puerto de Santa María
COLECTIVO BUENAESPINA Jerez de la Frontera
COLECTIVO NOVIOLENCIA ACTIVA-GRUPO GANDHI Rota
AHIMSA, CENTRO DE DOCUMENTACIÓN Y EDUCACIÓN PARA LA PAZ Vélez-Málaga
MOC-SEVILLA, CASA DE LA PAZ Sevilla
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